Max L. Joyce

25 de Mayo - 21 años.

Hombre, heterosexual.

Dependiente de una tienda de ropa por el día, cantante en un bar de noche.

Nueva Promesa en Dinamic.

Galway, Irlanda.

Mide alrededor de metro setenta y seis, con el cuerpo un tanto fibrado. Tiene el cabello rubio ceniza, con las raíces más oscuras, tirando a castaño oscuro. A veces se lo decolora para tener el pelo más claro. Nunca es constante en la forma de arreglar su cabello, un día puede llevarlo hacia arriba con un aire despeinado, con gomina, o con flequillo. Ojos de colores claros, de color verde o a veces verde azulado, dependiendo del sol. Tiene una sonrisa perfecta gracias a los aparatos que llevó de pequeño, con sus dientes perfectamente delineados y blancos. Tiene las facciones muy marcadas, a veces parece muy rudo, y otras veces como si fuera un crío.

Tiene cuatro tatuajes, dos de ellos son estrellas, una en cada tobillo, que para él significa que la fama está bajo su pies, se recuerda a sí mismo que él controla su mundo. Otro de los tatuajes es un lagarto, que está situado en el hombro derecho y baja hacia el brazo y el pecho. Es de colores vivos, y le recuerda a su infancia, ya que tenía un gran amigo lagarto que siempre se llevaba a todas partes. Y el último está situado en la parte baja del brazo derecho, es un rostro tribal de color verde que recuerda su viaje a Nueva Zelanda. Está pensando en hacerse otro en honor a Los Ángeles. Tiene una dilatación en la oreja izquierda y un pendiente en la derecha. Su forma de vestir es muy casual, urbana, no le importa lo que digan los demás así que se pone lo que quiere, cuando quiere.



Max es un tipo sencillo, pero que a veces se complica demasiado la vida. Sus más destacados rasgos de personalidad, positivos, son la alegría, que contagia a todo aquel que esté a lado con ella, le encanta hacer feliz a la gente aunque él se tenga que poner en ridículo, cosa que no le importa por que a veces es tan niño que la gente duda de su edad o salud mental. La simpatía, ya que siempre tiene una sonrisa para todos. La ironía, ya que le encanta bromear y hacer que los demás siempre estén a la espera del "qué dirá Max ahora", por que siempre tiene alguna que soltar. Es cariñoso hasta la médula y sensible como él solo, los abrazos es algo que le reconforta y el sentirse querido por la gente le da las fuerzas y las ganas de seguir adelante día tras día. Es fuerte y jamás se rinde, aunque nadie crea en él, lo dará todo para cerrar más de una boca traicionera, pero jamás echando en cara que lo ha conseguido a pesar de sentirse defraudado. Siempre ayuda en todo lo que puede, sobretodo si formas parte de su círculo más íntimo, solo pronunciar su nombre con tono de súplica y accederá a cualquier ayuda que sea necesaria. A veces es demasiado bueno. Cambia de opinión como quien cambia de calzoncillos, todo culpa de su hiperactiva mente que le bombardea con ideas constantemente. Es despreocupado con ciertas cosas y desordenado. Es un poco malhablado, pero cuando tiene que medir sus palabras, lo hace perfectamente.

Pero a pesar de parecer un chico de lo más adorable, Maxwell también tiene un lado violento. Pocos son capaces de despertar a la bestia, por que tiene un gran autocontrol, pero cuando se le saca extremadamente de sus casillas es mejor correr. Ha heredado el mal carácter de su padre, haciéndole explotar. Si de por sí habla con malas palabras, una vez saca los dientes no pronuncia una palabra decente que ha escupido diez de las malas. Y por si no fuera poco, es de aquellos que siente la necesidad de pegar golpes o romper cosas por que quiere dejar la rabia en su interior, pero ella quiere salir. Así que si no quieres acabar mal, mejor no hacerle enfadar.

- La música de cualquier tipo, especialmente el pop-rock británico, el cual empezó a tocar por voluntad propia en sus inicios y sigue amando más que a ningún otro género.
- Los felinos y los reptiles.
- Las cámaras, siempre lleva una de video encima.
- Los instrumentos de cuerdas y percusión.
- Cantar, a pesar de no tener una grandiosa voz.
- Las películas de terror, ciencia ficción y humor.
- La comida típica irlandesa le chirra. Pero también la italiana.
- La cerveza.

- Aquellos que tienen todas las facilidades y enchufes que deseen en el mundo de la fama, y que al fin y al cabo, se lo hacen todo.
- La gente estúpida y que no valora lo que tiene.
- Las canciones mil veces versionadas en cualquier estilo musical. Original, y punto.
- Las especias, excepto el curry.
- Bailar, por que no se le da especialmente bien.

- Gran rapidez y precisión al aprender a tocar cualquier intrumento de cuerda.
- No puede parar quieto, siempre está haciendo algo así que su mente trabaja rápido y bien.
- Cuando quiere, muy maduro.

- Algo torpe con los intrumentos de percusión.
- Desordenado y cambiante en cuanto a forma de pensar.
- Tímido, aunque no lo parezca.
- A veces algo infantil.

Scott Joyce, padre. Tocaba en un grupo de música celta, era muy conocido en Irlanda y pasó años haciendo tours nacionales por todos los pub's (por que allí es lo que se lleva) y en uno de ellos conoció al amor de vida. Pero cuando Maxwell tenía los catorce años él murió de un accidente. Le enseñó a Max todo lo que debía saber de música, pero eran demasiado distintos en cuanto a gustos. Él, en cánvio, siempre toca algo de música celta para recordarle.

Grace Joyce, madre. Trabajaba en una cadena de ropa de marca como relaciones públicas, Max sacó de ella el entusiasmo y el saber estar delante de la gente. Conoció a Scott en uno de sus conciertos y se quedó prendida de su voz, la cual dice que su hijo también tiene. Cuando su marido murió cayó en una depresión. Se alejó de su hijo, su familia, amistades... Su vida. Desde entonces se encuentra en paradero desconocido. Max la ha intentado encontrar, pero no lo logra.

Nació en Galway, un tranquilo pueblo que al poco tiempo se hizo de él un lugar turístico. El rubio de mirada verde se crió escuchando la música que componía y cantaba su padre. Entonaciones salieron de su boca antes que palabras. Su padre quería que Max fuera uno de los músicos más conocidos de su generación, enseñándole desde que iba en pañales todo lo que debía aprender de su música. Comprándole un piano y una armónica con tan solo dos años, y Scott no subestimaba a su hijo, puesto que él sentía curiosidad por la música y les unió bastante. Cuando Max viajó por primera vez a la capital de Irlanda, Dublín, se percató que había muchos estilos musicales que todavía no había descubierto. Pasaba horas metido en las tiendas de música mientras sus padres atendían asuntos del trabajo, haciendo que la mente del pequeño de siete años se extendiera y abriera las puertas a nuevos estilos musicales. Pero el que más captó su atención fue aquel que llamaban "Pop-rock británico". No tardó mucho en conocer de él, en aprender unos cuantos acordes con la guitarra de su padre y en pedirle una propia. Su padre, decepcionado, se negó rotundamente, pues quería que su hijo tocara música celta y no aquella música tan "comercial".

Pasaron varios años y la distancia entre Scott y Maxwell se hizo enorme y casi ni cruzaban las miradas. Con trece años ya acudía a una escuela del pueblo donde te enseñaban un poco de cada estilo musical. Estrenó su primer bajo después de unas clases y se enamoró del sonido que hacía. Meses después se compró él uno con dinero que le había robado a su padre, cuando este se enteró se enfadó tantísimo que empezó a gritarle y hasta le cayeron un par de golpes con jarrones y estatuas de madera. Cuando Grace entró por la puerta y se encontró con tal panorama, Scott salió corriendo y le atropellaron. Varios días en el hospital por traumas cerebrales, en coma. No lograron que despertara. Nunca podrían arreglar las cosas, y era algo que entristecía a Max. No le había gustado acabar así con su padre, pero el tiempo no podía volver atrás. Su madre, con una depresión de caballo, se alejaba lentamente de su familia. Él se sentía solo, puesto que no tenía padre, pero tampoco madre. Decayó él también, queriéndose ir del país por siempre sin que nadie lo supiera. Pero las cosas fueron un poco diferentes. Su profesor de música le quería llevar con el a Nueva Zelanda, puesto que tenía otra escuela de canto y quería formarle. No tenía más familia en Galway, así que aceptó.

Pasó hasta los dieciocho años en la isla, donde podía expresarse, musicalmente hablando, como a él le gustaba. No dejó el pop-rock británico, y su profesor adoraba la música que hacía, así que después de varias charlas le propuso que se fuera a California a hacer de su sueño una realidad. Él se negó, pues sentía que él era su padre y no podía abandonarle, pero le pagó el viaje y la estancia. Ansiaba ver como su pequeño celta se convertía en un gran músico. Le costó despedirse de él, adoraba su forma de ser con él, de como lo acogió, le dejó libertad de expresión, le ayudó a crecer como músico y como persona. Y la única manera de agradecérselo era demostrándole que podía hacerlo. Por él. Por ambos. Así que viajó a Los Angeles, donde rápidamente encontró trabajo en una tienda de ropa. Su sueldo no era lo suficiente como para vivir durante un mes, así que paseándose por todos los bares nocturnos de la ciudad, ofrecía un estilo de noche diferente a la que se veía en todos los demás. Un pub. Un hombre mayor, cuyo negocio decaía día tras día, aceptó. El sueldo de dependiente y músico sí le daba para vivir, pero necesitaba más. Así que se postuló como aspirante en Dinamic Enterprise, una antigua agencia que ayudaba a jóvenes talentos desde hacía años.

- Su bajo es su "esposa", como él dice. La llama Brigid por una Diosa Celta procedente de Irlanda, diosa de la inspiración y de la poesía.
- Solo ha tenido una pareja seria, en Nueva Zelanda, y le duró un año y dos meses. No es de rollos de una noche.